La llegada del cantautor cubano Silvio Rodríguez a Chile despierta siempre un fuerte impacto emocional. Los conciertos recientes destacaron por la calidad de sus letras, el estilo inconfundible de su voz, la musicalización y el sentimiento, sumando poesía e historia. Chilenos y chilenas seguidores del artista agotaron los boletos para sus presentaciones.
Silvio permanece cercano a la cultura chilena, evocando figuras como Víctor Jara y Violeta Parra en cada visita. En sus presentaciones ha contado con músicos reconocidos en Chile, entre ellos Manuel García, Illapu, Patricio Anabalón y Nano Stern.
En conversación con Radio Nuevo Mundo, Lautaro Carmona, presidente del Partido Comunista chileno, destacó el significado cultural y político de este regreso. Carmona recordó que la primera gira internacional de Silvio fuera de Cuba ocurrió en Chile en 1972, durante el VII Congreso de las Juventudes Comunistas, gracias a la invitación de Gladys Marín e Isabel Parra. Silvio nunca ha olvidado ese primer viaje, un gesto que consolidó una relación viva hasta hoy.
Aquella visita marcó un punto de inflexión: Silvio Rodríguez, junto a otros exponentes de la Nueva Trova, contribuyeron a la estrecha vinculación cultural entre Cuba y Chile en tiempos de la Unidad Popular. Carmona rememoró el estímulo que implicó para la juventud y el movimiento cultural chileno. El regreso actual de Silvio reafirma la posibilidad de enfrentar desafíos con coherencia y entrega.
Canciones como "El necio" conservan vigencia, símbolo de fidelidad a los principios incluso en medio de la adversidad. Carmona sostuvo que este es el gran mensaje de Silvio: defender las convicciones sin renunciar, aun en momentos complejos. La música del artista cubano invita a mantener viva la esperanza y la resistencia, recordando que la cultura impulsa cambios.
En el primer concierto de esta gira en la capital chilena, el 29 de septiembre, asistió la expresidenta Michelle Bachelet, quien celebraba su cumpleaños ese mismo día. Tras la presentación de Silvio, ambos compartieron un encuentro cordial y un intercambio de obsequios.
Encuentro con la expresidenta Michelle Bachelet
El 2 de octubre, el cantante arribó al palacio presidencial de La Moneda, donde sostuvo una conversación de alrededor de una hora con el presidente Gabriel Boric y la ministra vocera de gobierno, Camila Vallejo. El diálogo fue fraterno y significativo.
Encuentro con el presidente Gabriel Boric.,
Parte del grupo musical que acompaña a Silvio Rodríguez realizará una clase magistral dirigida a niños y jóvenes en la comuna de La Pintana. Oliver Valdés en la batería, Jorge Reyes en el contrabajo y el pianista Jorge Aragón compartirán técnicas, aprendizajes y experiencias musicales. El encuentro fue fijado en el Teatro Municipal de La Pintana y contará con la participación de alumnos de la Big Band local, dedicada al jazz y la música popular.
Bajo la dirección de Emanuel Valencia, los jóvenes interpretarán éxitos emblemáticos de Silvio Rodríguez. Claudio Espinosa, director de la Corporación Cultural de La Pintana, expresó el honor que representa recibir a estos músicos y el valor de un evento gratuito y abierto a la comunidad. La ocasión permitirá conocer el trabajo de grandes maestros y su colaboración con uno de los intérpretes más reconocidos del mundo hispanohablante.
Silvio en la Fundación Victor Jara en Chile
Foto: Fundación Victor Jara.
El cantautor cubano Silvio Rodríguez visitó este sábado la Fundación Victor Jara, como parte de su visita a Chile. Allí compartió con los colegas del centro y con Amanda Jara.
No lo vamos a descubrir ahora. Sobre el escenario, Silvio Rodríguez no se comunica mucho con el público. Pareciese que el célebre creador, que ha hecho de la palabra un recurso valioso, remite todo su caudal creativo a las canciones. La demagogia y frases hechas no tienen cabida en su velada: no necesita decir “¿Qué tal todo, Santiago?” o aseverar encontrarse frente al mejor público del mundo para tener a todos atentos, deseosos de volver a escucharlo después de casi ocho años. Sus interacciones con los asistentes -que barrieron con todas las entradas apenas se anunciaron sus cuatro presentaciones en el Movistar Arena- fueron escuetas, pero significativas. Antes de ‘Santiago de Chile’ mencionó su primera visita a nuestro país, en septiembre de 1972, en plena Unidad Popular. El cariño por Chile es genuino, una retroalimentación acentuada por su decisión de invitar a cuatro nombres locales en la apertura -ayer fue el turno de Manuel García, le seguirán Nano Stern, Illapu y Patricio Anabalón-, pero también por su delicada interpretación de ‘Te Recuerdo Amanda’, el himno inmortal de Víctor Jara, cuyo nacimiento y asesinato también ocurrieron en el mes de septiembre.
“Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser bueno es el único modo de ser libre”, fueron parte del inicio de su concierto, un extracto de “Maestros Ambulantes”, el ensayo de José Martí, el escritor y poeta que vio en el arte un medio para la mejoría social y la autonomía del continente, ideales que comparte Rodríguez. Arropado de un grupo de primer nivel, ofreció un acertado recorrido por clásicos, homenajes, instantes inolvidables y una prueba del impacto que su estela ha dejado, de manera especial, en este rincón del mundo. Se le emparenta, y con justa razón, a la trova, pero en vivo es mucho más que eso, hay retazos de jazz, fusión y también folclore del caribe. ‘Escaramujo’ y su cadencia fue un vivo ejemplo. Portador de clásicos continentales, esta vuelta del nacido en San Antonio de los Baños, también fue la oportunidad de disfrutar su vigencia. El año pasado apareció un nuevo disco de canciones, “Quería Saber”, del que interpretó ‘América’ y ‘Nuestro Después’.
Desde la dulce ‘Te Amaré’ -con Malva, hija del cantautor, en el piano- hasta ese acorazado llamado ‘El Necio’, los homenajes con sentido al recordado Pablo Milanés con la inmortal ‘Yolanda’, Vicente Feliú (‘Créeme’) y Noel Nicola (‘Es más, te Perdono’); Silvio Rodríguez fue demostrando, como si lo necesitase, una trascendencia que excede el terreno musical. Lo hizo desde el escenario, apostando por una sobria escenografía, sin pantallas gigantes ni artilugios tan propios de los megaespectáculos. Podría llenar varios estadios pero actuó en una arena para 14 mil personas. En el centro del escenario rasguea su guitarra con suavidad y arpegia con autoridad, como el tremendo creador de melodías que es. ¿Cómo no rendirse a esa gran composición llamada ‘Quien Fuera’? El acompañamiento musical no le quitó intimidad gracias a la ovacionada intervención de Niurka González, esposa de Rodríguez, quien se lució en flauta y clarinete. La voz del cubano, otra cosa: quedó encapsulada en un estado de gracia. Interpretó ‘La Era Está Pariendo un Corazón’, ‘Ojalá’ y ‘Ángel Para un Final’ y su garganta nunca acusó el más mínimo desgaste.
A sus 78 años, Silvio Rodríguez podría estar disfrutando de un retiro más que merecido. Sin embargo, está sobre una tarima, a miles de kilómetros de su hogar. Es consciente de su posición en el colectivo artístico de Latinoamérica, homenajeó a figuras como Pepe Mujica -a quien le dedicó ‘Más Porvenir’ tras un aplauso cerrado del público-, dando cuenta también del dolor que se siente por lo que ocurre en medio oriente, citando al escritor cubano Luis Rogelio Nogueras con parte del poema “Halt”. Sus palabras fueron decidoras: “... pienso en ustedes, judíos de Jerusalén y Jericó. Pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión que, estupefactos, desnutridos, ateridos, cantaron la Hatikvah en las cámaras de gas. Pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso camino desde las colinas de Judea hasta los campos de concentración del III Reich. Pienso en ustedes y no acierto a comprender cómo olvidaron tan pronto el vaho del infierno”.
A más de medio siglo de su primera visita, cuesta encontrar artistas tan queridos en Chile como Silvio Rodríguez. El segundo bis incluyó la sempiterna ‘Ojalá’ y ‘Venga la Esperanza’. No fue suficiente. Con gritos y cánticos, la gente no se movió del Movistar Arena, exigiendo un regreso que se cumplió con la hermosa ‘Pequeña Serenata Diurna’, en la que canta “Soy feliz, soy un hombre feliz”, sentimiento que inundó el recinto del Parque O’Higgins. Son sensaciones genuinas que ningún artículo de merchandising puede reemplazar, pues su música responde a una conexión más profunda y perdurable.
Hay voces que no solo cantan: dibujan mapas invisibles, trazan rutas emocionales, fundan territorios de memoria. En Cuba, así sucede con Silvio Rodríguez. Su voz es brújula y paisaje, testimonio y refugio.
A través de sus canciones, la nación se revela no como una extensión de tierra, sino como una experiencia compartida, una sensibilidad colectiva que se reconoce en la metáfora, en la utopía, en los deseos y en la esperanza.
La noche de este 19 de septiembre, la escalinata de la Universidad de La Habana se convirtió en un altar de la canción comprometida. Miles de personas de todas las edades se congregaron para escuchar a Silvio Rodríguez, el trovador mayor. El concierto, más que un espectáculo, fue testimonio, historia y alma.
Y es que Silvio canta por los que no tienen voz, por los que sueñan, por los que resisten. Su trova ha sido abrigo en tiempos de reafirmaciones, espejo en épocas de cambio, y faro en medio de las dificultades.
En sus versos habita la infancia de un país, la juventud de sus ideales, la madurez típica de sus preguntas. Cada canción es una coordenada afectiva que nos permite recorrer Cuba desde lo íntimo, desde lo ético, desde lo profundamente humano.
Destacó la presencia, entre los asistentes, del presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y de su compañera, Lis Cuesta, quienes también disfrutaron en primera línea, acompañados por miembros del gobierno y figuras de la cultura nacional.
“Ala de colibrí” inició un concierto lleno de pasiones, donde la ternura se volvió consigna y la poesía, bandera. Cada gesto, cada mirada compartida, tejía un puente de solidaridad con Palestina, como si el arte pudiera volar sobre los muros y sembrar esperanza en los escombros.
“Lo que no te perdono es haberme besado”, entonaban a viva voz jóvenes de la FEU y otros que conocen de punta a cabo sus textos o los de legendarios trovadores como Noel Nicola, recordado por Silvio, como también a Vicente Feliú. La noche, fresca y diferente a los días anteriores cargados de lluvia, parecía acompañar en el disfrute. La cultura, en el canto de Silvio, recalca es fuerza de resistencia y creación.
Entre las disímiles canciones que se escucharon, “Yolanda”, de Pablo Milanés; “Escaramujo”, “Quién fuera” y “La Era está pariendo un corazón”, por solo citar algunas, la mayoría constituyeron coros a viva voz de los allí presentes.
El bardo nos trajo el recuerdo, con “Ojalá”, de ese inexorable tema que ha atravesado generaciones como un lamento de amor y de ruptura, pero también como una metáfora de la vida. Silvio la interpretó con la sobriedad de quien conoce el peso de sus palabras.
“Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda” resonó como ritual de esperanza. El público, en un coro de significativa belleza, convirtió la canción en un espacio para todos.
Asimismo llegó “Quién fuera”, por muchos conocida como “Corazón”, una pieza íntima donde Silvio toca la sensibilidad de quienes siguen creyendo en el amor como trinchera. La melodía suave y los versos cargados de ternura envolvieron la escalinata en una atmósfera de calidez.
Otro momento especial de la velada fue “La era está pariendo un corazón”, una canción que sigue vigente porque la injusticia no ha caducado. La interpretación fue intensa, casi combativa.
“La era está pariendo un corazón / No puede más, se muere de dolor” se convirtió en un grito compartido por estudiantes, trabajadores, abuelos y jóvenes que llenaban la escalinata. Fue el instante en que la trova se tornó espíritu de lucha.
“Yo me muero como viví” constituyó esa declaración de principios que no necesita adornos. Fue el instante de una noche que celebró la coherencia, la dignidad y la fidelidad a los ideales.
Una guitarra, dos horas, la voz de Silvio junto a su familia y músicos y una escalinata que ha sido testigo de luchas y esperanzas, volvió a demostrar que la trova no es nostalgia, sino presente. Que sus canciones no son reliquias, sino herramientas. Y que mientras haya injusticia, habrá poesía en el mundo para combatirla.
Silvio llenó de poesía y melodía la escalinata universitaria
Alain Amador Pardo / Imagen: Iván Soca
La Jiribilla
Los predios de las intersecciones de San Lázaro y calle L, justo frente a la escalinata de la Universidad de La Habana, marcaron el inicio de una nueva gira latinoamericana del cantautor y fundador del Movimiento de la Nueva Trova, Silvio Rodríguez, quien, arropado por jóvenes, estudiantes y pueblo en general, y en presencia del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, escuchó los espontáneos coros a viejas y recientes canciones.
“Ala de colibrí”, entre esas de siempre, dio inicio a una velada colmada de pasiones, solidaridad por la causa del pueblo palestino, y la siempre presente lección martiana cuando el poeta cantor evocó entre aplausos el artículo “Maestros Ambulantes” y aquello de “ser bueno es el único modo de ser dichoso, ser culto es el único modo de ser libre, pero ser próspero es el único modo de ser bueno”.
La gira “Silvio Rodríguez Tour 2025 ¡Sudamérica en Vivo!”, marca el regreso del trovador a escenarios latinoamericanos tras tres años de ausencia, con presentaciones en Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia.
El recital incluyó una veintena de creaciones, algunas en franco diálogo con los ausentes-presentes, esos que faltaron porque la vida no les alcanzó para vivir esta tarde noche de septiembre; junto a temas clásicos y canciones de su más reciente álbum, Quería Saber, grabado en los estudios Ojalá y estrenado en las plataformas digitales en junio de 2024.
Silvio estuvo acompañado por músicos que repiten experiencia frente a multitudes y compromisos: al piano Jorge Aragón, en la batería, congas y percusiones, Oliver Valdés; en los teclados, Emilio Vega; Jorge Reyes al contrabajo; el tres a cargo de Maykel Elizarde; en las guitarras segundas, Rachid López; y en la flauta, clarinete y coros, Niurka González.
Silvio, poeta y cronista de la Revolución cubana y de los pueblos del continente. Foto: Iván Soca
La gira “Silvio Rodríguez Tour 2025 ¡Sudamérica en Vivo!”, marca el regreso del trovador a escenarios latinoamericanos tras tres años de ausencia, con presentaciones en Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia.
Mientras La Habana este viernes se llenó por dos horas de versos, melodías y compromisos, muchos hermanos del continente se dieron cita mezclados con cubanos de varias generaciones, entre los escalones de la tricentenaria universidad, quizás como multitudinario anticipo de memorables conciertos en las más importantes plazas y teatros de Latinoamérica.
Esta nueva gira del influyente creador, poeta, y cronista de la Revolución cubana y de los pueblos del continente, será una oportunidad para escuchar melodías enraizadas en el imaginario popular, y una de las voces más lúcidas de la canción de autor del siglo XX y lo que va del XXI.
El vietnamita ganó Intervisión 2025 con una actuación simbólica y emotiva sobre la soberanía, que convenció al jurado de merecer el mayor premio entre 22 países.
El joven cantante vietnamita Duc Phuc, de 28 años y oriundo de Hanói, se convirtió en el gran ganador del Festival Intervisión 2025, celebrado en el Live Arena de Moscú.
El artista, conocido por interpretar baladas románticas en vietnamita e inglés, cautivó tanto al jurado como al público internacional.
“Fue una sorpresa para mí tener tantos fans aquí. Estoy muy agradecido a todos los espectadores”, declaró tras recibir la Copa de Cristal y un premio económico de 30 millones de rublos.
Phuc, que inició su carrera musical desde temprana edad, alcanzó notoriedad en 2015 al ganar La Voz de Vietnam. Desde entonces ha consolidado una amplia base de seguidores, especialmente entre el público femenino, gracias a su estilo melódico y su capacidad de transmitir emociones.
En el certamen, Duc Phuc presentó la canción Phu Dong Thien Vuong, compuesta por Ho Hoai Anh e inspirada en la leyenda del héroe Thanh Giong, el joven campesino que cabalgó sobre un caballo de hierro para defender a Vietnam de los invasores An.
La pieza, basada en el poema Tre Viet Nam de Nguyen Duy, transmitió un poderoso mensaje de vitalidad, valentía y resiliencia.
La puesta en escena, cuidadosamente diseñada, incluyó símbolos culturales como sombreros cónicos y esteras de juncia.
La interpretación, de 3 minutos y 30 segundos, culminó con la imagen de San Giong ascendiendo al cielo, representación de la fuerza inmortal de la nación vietnamita.
La comentarista rusa Yana Churikova elogió la presentación:
“Esta es una de las actuaciones de Intervisión con mayor elaboración escénica de este año. Estoy impresionada con la disciplina y la dedicación de Duc Phuc: cada paso, cada detalle, fue cuidadosamente calculado para luego sublimar su belleza en el escenario”.
En Moscú estuvo acompañado por un equipo de 14 personas, quienes trabajaron en cada detalle de su presentación. “Ni siquiera podía imaginar que ganaría una competencia de tan gran escala”, reconoció el artista.
Desde su irrupción en la música tras ganar La Voz de Vietnam en 2015, Phuc ha desarrollado una carrera marcada por la disciplina y la sensibilidad interpretativa.
La participación latinoamericana en Rusia
El vietnamita ganó Intervisión 2025 con una actuación simbólica y emotiva sobre la soberanía, que convenció al jurado de merecer el mayor premio entre 22 países.
América Latina también tuvo un papel destacado en el certamen. Cuba, con Zulema Iglesias y su tema Guaguancó, fue una de las artistas más aclamadas por su energía y autenticidad.
Colombia estuvo representada por Nidia Góngora, quien interpretó En los manglares, llevando al escenario la memoria y los sonidos del Pacífico.
Brasil presentó al dúo Luciano Calazans y Taïs Nader, que fusionaron tradición y modernidad, mientras que Venezuela participó con Omar Acedo y su canción La Fiesta de la Paz, un tema con mensaje de fraternidad y unidad entre naciones.
Aunque no obtuvieron los primeros lugares, las actuaciones latinoamericanas dejaron una huella en el festival al resaltar la diversidad cultural y la fuerza interpretativa de la región.
De todos ellos, Colombia fue el país que más alta calificación obtuvo con 347 puntos.
Rusia renuncia a competir en Intervisión
Un hecho llamativo de esta edición fue la decisión de Rusia, país anfitrión, de no presentar candidato propio. El Ministerio de Cultura explicó que la medida respondía a un principio de “ética cultural”.
Y con el fin de garantizar imparcialidad y evitar suspicacias sobre favoritismos en un evento concebido como espacio de cooperación artística y diplomática, luego de su primer tema, Shaman se despidió de la competencia.
La edición también estuvo marcada por nuevamente los intentos de Estados Unidos de frenar o manchar la celebración musical. La cantante Vassy, representante de Estados Unidos, denunció haber recibido fuertes presiones para no participar en la competencia, lo que abrió un debate sobre la utilización del arte como herramienta de confrontación geopolítica.
Aun así, la artista decidió mantener su presencia, destacando que “la música debe ser un puente y no un campo de batalla”.
Una victoria con proyección para Vietnam
El vietnamita ganó Intervisión 2025 con una actuación simbólica y emotiva sobre la soberanía, que convenció al jurado de merecer el mayor premio entre 22 países.
Tras su triunfo, Duc Phuc aseguró que parte del premio lo invertirá en su carrera artística: “Usaría los fondos restantes para crear nuevas canciones para que haya aún más momentos felices”, señaló.
Su victoria no solo confirma el creciente peso cultural de Vietnam en la escena internacional, sino que también refuerza la vocación de Intervisión como espacio para el intercambio, la diversidad y la unión entre pueblos.
(Tomado de ALMA Plus)
En fotos: Así se celebró Intervisión en Rusia
Este sábado, Moscú fue el escenario de la final del concurso internacional de canción Intervisión, que ha ganado el vietnamita Duc Phuc con el tema 'Phu Dong Thien Vuong'. Los representantes de Kirguistán y Catar quedaron en segundo y tercer lugar, respectivamente.
El certamen reunió a músicos de más de 20naciones que demostraron la diversidad cultural del mundo contemporáneo.
Este sábado Moscú fue el escenario de la final del concurso internacional de canción Intervisión.
La mitad de la gente sobra, molesta y lo estropea todo. Se han cargado la mejor experiencia que existe, vestido o desnudo, para convertirla en la víctima definitiva de las redes sociales y el postureo
El público graba durante un concierto en Madrid. Alberto Di Lolli
Pueden leer esta columna imaginándome como al abuelo Simpson gritando a una nube. Lo asumo, pero que el viejo enfadado luche contra molinos no implica que no tenga razón. La tengo. La mitad de la gente que va a los conciertos sobra, molesta, lo estropea todo. Se han cargado la mejor experiencia que existe, vestido o desnudo, para convertirla en la víctima definitiva de las redes sociales y el postureo. Como cuando cogieron al pobre atún y lo convirtieron en vulgar tartar porque era más fotogénico.
La última vez que Radiohead vino a Madrid, en 2003, aún era una de las bandas más aclamadas del planeta. Tocó en Las Ventas una sola noche y no llenó. Fuimos 16.000, estupenda entrada, pero sobraron unas 4.000 localidades. Ahora que vuelven para sus primeros conciertos en siete años van a llenar cuatro veces el Movistar Arena (17.500 de aforo) y hubieran podido reventar ocho.
El proceso de compra ha sido enrevesado. Registro previo en dos fases, espera de días mientras cribaban los bots para reventa y favorecían las peticiones de la misma ciudad y una tensa espera para ver si te aceptaban. Cinco amigos seguimos el proceso, todos residentes en Madrid, y los cinco recibimos el mismo mensaje: «Lamentablemente, no se te ha asignado un código al azar para la venta». Van a sacar (restemos compromisos) 60.000 entradas y cero de cinco. No es mala suerte, es que las peticiones han sido desorbitadas. ¿De dónde salen, repentinamente, todos esos fans de una banda que ni en su mejor momento vendía demasiado en España? Fácil. No lo son, son intrusos buscando algo de lo que presumir ahora que ir a conciertos es el ir a Pachá de los 90.
Admitamos que el factor nostalgia empuja a ir a gente a la que en su día le gustó razonablemente el grupo sin volverle loco. Vale, a esos les dejo ir. Pero Radiohead no es Oasis o Nirvana, no ilustra camisetas de H&M y Primark ni su regreso es un suceso planetario. A los farsantes les da igual, pero acudirán en manada porque les hace sentirse más interesantes de lo que son y, mientras, joden el concierto a los que sí quieren estar allí. Lo que era un problema de festivales, las broncas con idiotas hablando de espaldas al escenario, lo tienes hoy en cualquier sala.
Hace poco, el propio artista pidió que durante ¡una! canción se guardara silencio. A mi lado, un tolai que llevaba toda la noche pendiente de grabar vídeos e (intentar) ligar ignoró ruidosamente la solicitud. Se lo afeé. "Esto es un concierto, no una misa", me dijo. Intentando que no escalara la cosa, le pedí que respetara al músico. "No es nadie para mandarme callar. Yo le pago la entrada y él canta". Lo que pasó luego no es publicable, pero ese fantoche irá a Radiohead. Fijo. El exhibicionismo y la farsa han tomado los conciertos. Hay que echarlos.