domingo, agosto 03, 2025

Yo soy de Pedro


Luis García Montero

@lgm_com

2 de agosto de 2025 19:17h

Vivimos un tiempo de rabia y de malos sueños. Las dinámicas de la crispación política y los espasmos comunicativos invitan a sustituir la convivencia por afirmaciones agresivas y respuestas hostiles. Cuando los adversarios dejan de ser personas que albergan sus propias razones para convertirse en enemigos, el otro sólo puede ocupar el sitio de las amenazas. Sitio es un espacio que puede ser ocupado o una acción de sitiar, el acto de cercar un lugar para que se cierren todas las salidas. En un mundo globalizado, cuando la comunicación humana es inseparable de las vinculaciones tecnológicas y de la trabazón económica, convertir al otro en enemigo es una estrategia de peligrosas consecuencias humanas y de falsificación política de la convivencia. Los que no quieren que se debata la organización interna de una sociedad, sus desigualdades, su justicia social, sus caminos de progreso, sus posibilidades de acuerdo, prefieren sustituir cualquier disputa democrática por la denuncia del otro como la encarnación del mal.La caricatura ofensiva del adversario político se desplaza hasta el desprecio furioso ante los que llegan de fuera, convertidos en amenazas inadmisibles, fuente de todos los males.

La impunidad con la que el racismo está invadiendo de nuevo las leyes y las declaraciones en Estados Unidos y en Europa no es sólo una muestra más del envilecimiento corrosivo y mediático de la dignidad humana, sino también un síntoma de la hermandad última entre la extrema derecha y el neoliberalismo convertido en dictadura salvaje de los millonarios. Las consignas de la extrema derecha son la estrategia identitaria de los que no quieren que se discuta el orden interior de una identidad, las injusticias económicas y sociales que provoca entre los suyos la ley salvaje del más fuerte. Y todo se falsifica, los datos, las estadísticas, los sentimientos y las palabras. Del mismo modo que la fraternidad religiosa puede convertirse en odio beligerante, las palabras libertad e igualdad, fundamento de la razón democrática, pueden acabar en manos de los que necesitan imponer nuevas formas de autoritarismo para desmantelar los Estados que pretendan regular una convivencia justa.


Todo se revuelve. Para las personas que se han comprometido con la igualdad de género y la defensa de la condición femenina, resulta desolador que la extrema derecha, cómplice del machismo en todas sus violencias, utilice las imágenes de burka para denunciar los peligros de la migración africana. Aclaro que yo no simpatizo nada con ningún signo de sometimiento de género y que me irritan los que defienden el burka en nombre del respeto a las identidades tradicionales. Nací dentro del clericalismo católico y crecí para perderle el respeto a mis identidades tradicionales. Pero es escandalosa la manipulación del feminismo para generar coyunturas de odio contra los migrantes y para que un ser humano, víctima del desarraigo y el hambre, deje de ser un motivo de solidaridad política y se convierta en una amenaza sin matices para la sociedad.


Es necesario que el mundo democrático vuelva a emocionarse con todos los valores que fundamentan su razón de ser ante las supersticiones y los fanatismos


Hay que darle la vuelta a todos los argumentos que ahora intentan darle la vuelta a los valores humanos de la democracia. La palabra contaminar se identifica con la degradación de la naturaleza, el contagio, la infección, las alteraciones nocivas de lo que se considera puro. Pedro Guerra le dio la vuelta a ese concepto con una canción, “Contamíname”, que popularizaron Ana Belén y Víctor Manuel. Los instrumentos musicales, el darbuska, el buzuki, los libros, los bailes, los boleros y las culturas no son un humo que asfixia, sino una invitación para el entendimiento. Sí, mézclate conmigo, pero no con la rabia y los malos sueños, pero sí con los labios que anuncian besos. Bajo mi rama tendrás abrigo.


En una reunión de directores del Instituto Cervantes en Tenerife, mientras se hablaba de las palabras, el mestizaje, los cayucos y la defensa de la cultura hispana en los Estados Unidos, Pedro Guerra nos hizo el honor de venir a su tierra para que la sintiéramos nuestra. Y cantó su “Contamíname”. Habré oído y cantado más de cinco mil veces esa canción. Pero volví a emocionarme al escuchar a Pedro. Creo que es necesario que el mundo democrático vuelva a emocionarse con todos los valores que fundamentan su razón de ser ante las supersticiones y los fanatismos que quieren imponer la ley del más fuerte, la ley salvaje de los millonarios. Y me contamino, y canto una vez más con Pedro Guerra.



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Yo soy de Pedro

Luis García Montero @lgm_com 2 de agosto de 2025 19:17h Vivimos un tiempo de rabia y de malos sueños. Las dinámicas de la crispación polít...