La Negra, difícil de olvidar.
La obra de "La Negra" fue el respeto a un estilo desde el primero hasta el último de sus trabajos
Por Daniel Go�i
Lejos de plantarse en una cómoda meseta a contemplar los frutos de su formidable trayectoria, tan a la vista en reconocimientos internacionales, premios Grammy y charts de venta, Mercedes Sosa profundizó en los últimos tiempos su vínculo con músicos de diversas extracciones, premisa sobre la que giró su carrera desde su regreso del cruel exilio que le impusiese la dictadura militar en 1982.
Más allá de las disímiles performances de su flamante álbum doble “Cantora”, donde la artista tucumana se diese el gusto de compartir estudio con lo más granado de la música popular contemporánea, creo que “La Negra” nunca olvidó las nuevas expresiones que provenían del folclore: algo así como, sin renegar de su bien ganado podio consagratorio, conservar un sitio activo permanente para el regreso a las fuentes con la sensibilidad siempre permeable a lo nuevo, abrazarlo y darle cobijo para que surja.
Una conducta monolítica que mantuvo inalterable y que podría concebirse como el puente tendido entre la excelencia profesional y la ternura entendida como generosidad compañera.
Testimonio de lo antedicho es su notable versión de “Vidita Agua”, junto al dúo Orozco-Barrientos, en el álbum “Pulpa”, producido por Gustavo Sanataolalla. Allí resurge y palpita vívida la simpleza primigenia: aire de patio y glorieta, vino compartido con amigos, clima de siesta, postales de vides, un hilo que recorre todo ese trabajo, resumen perfecto de ese espíritu curioso y experimental que “La Negra” nunca abandonó.
Creo que por allí debe buscarse uno de los legados de esta artista excepcional, algo de lo que reza la letra que entonase a dúo con Vicentico en “Parao”, del panameño Rubén Blades, uno de los tracks de “Cantora”, casi una despedida anticipada: “Si pagué el precio que paga el que no vive arrodillao / La vida me ha restregao, pero jamás me ha planchao / En la buena y en la mala, voy con los dientes pelaos /Sonriendo y de pie, siempre parao...”
Autorreferencial hasta las tripas, ese texto habla como pocos de quien tuvo que dejar su tierra en 1979 ante el oprobio de la represión y la censura de los que detentaban el poder, que no podían bancarse ni tolerar la inmensa dignidad de pie de este símbolo de la resistencia cultural y popular.
En todas la imágenes de estudio de grabación del último trabajo de Mercedes (se puede acceder a ellos por you tube), acompañada en forma itinerante por artistas diversos y talentosos, puede palpitarse el continuo cuidado que ella propende a cada uno, como cuando aconseja a Gustavo Cerati para el cuidado de su voz o recibe generosamente a Luis Alberto Spinetta, gesto que es retribuido por el creador de “Barro tal vez”.
En definitiva, un mensaje saludable, el otro legado, ese que debería ser casi un ring tone obligado en tiempos de mezquindades trogloditas y cotidiana antropofagia entre iguales.
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