Nacida de la perseverancia de un grupo de mujeres, la Orquesta Anacaona, considerada la agrupación femenina en activo más antigua de Cuba, está celebrando por estos días el aniversario 90 de su creación. Debe su fundación “a Concepción, Caridad y Ada, conocidas como las Hermanas Castro por su apellido, quienes, a partir de sus grandes conocimientos, talento y habilidades en diversos instrumentos, decidieron crear una orquesta a la que dieron el simbólico nombre de Anacaona. Era el 19 de febrero de 1932”, dijo en exclusiva Dora Aguirre, saxofonista y la integrante con más años de experiencia en la agrupación.
¿A qué obedece el nombre de esta orquesta que, desde sus propios orígenes, justo por su profesionalidad y cubanía, enaltece la música y la cultura nacional?
En los momentos en que surge la orquesta, en Cuba se vivían tiempos muy convulsos. Era presidente de aquella mal llamada República Gerardo Machado, quien acrecentó durante su mandato la aguda crisis económica, política y social heredada de gobiernos anteriores. Esta situación repercutía en una pérdida creciente de valores, a lo que se sumaba un sinnúmero de prejuicios sociales.
En contraposición a esa sociedad totalmente disfuncional, existían familias que, aunque muy humildes, se destacaban por el amor y la cohesión entre sus miembros. Una de ellas, por ejemplo, era la familia Castro, con una descendencia de trece hijos, once hembras y dos varones. Se caracterizaban especialmente por ser personas muy amables y amantes de la música.
A la sombra de un septeto sonero, que ensayaba en la casa de la familia, crecieron Concepción, Caridad y Ada. Ellas, junto a tres vecinas del barrio, fundaron el primer sexteto femenino que existió en nuestro país.
Este sexteto, dirigido por Concepción Castro, hija mayor de la familia, hizo su debut en una emisora radial que hacía sus trasmisiones en el cine teatro Payret. Desde ese momento lo llamaron Anacaona, como muestra de la pujanza y cubanía de las mujeres, sometidas por aquella época a la más cruel discriminación.
De Anacaona se asegura que existió realmente y que se trataba de una aborigen que fue ajusticiada por su rebeldía y constantes enfrentamientos a los colonizadores españoles. También se dice de ella que improvisaba cánticos entonados por los aborígenes durante la celebración de sus areitos. De ahí se le atribuyen sus dotes artísticas y su gran poder de convocatoria.
Para hacerla todavía más singular, en aquella primigenia agrupación prevalecía el son, considerado entonces un género musical interpretado solo por negros y personas muy pobres. Dos años más tarde las Hermanas Castro ampliaron el formato original del sexteto y lo convirtieron en una jazz band para estar a tono con la música norteamericana, prevaleciente en Cuba hasta mediados del siglo XX. Época que coincide con el dominio de Estados Unidos en Cuba.
Anacaona no era la única orquesta femenina por aquellos años. Había otras muchas como Orbe, Ensueño, las Hermanas Álvarez. Sin embargo, a diferencia de estas que poco a poco fueron desintegrándose por diversas razones, Anacaona perduraba en el tiempo, más que por sus grandes éxitos, incluso en el extranjero, por la unión y disciplina que siempre prevaleció en la familia Castro.
Hay una anécdota que ilustra mucho el arraigo a su tierra natal de aquellas primeras Anacaonas. Cuando triunfa la Revolución en 1959, la orquesta realizaba una gira por varios países de América Latina, entre ellos Uruguay. A este país llegó una delegación cubana como parte de un recorrido que efectuaban representantes del naciente gobierno. En el aeropuerto de Montevideo, Anacaona recibió a sus coterráneos entonando las notas de nuestro Himno Nacional.
Durante más de tres décadas, el magistral accionar de Dora y Giorgia Aguirre ha sido decisivo en el lugar preferencial que ocupa la orquesta entre los amantes de la buena música, dentro y fuera de Cuba. ¿Cuándo pasaron ustedes a formar parte de la agrupación?
La primera vez que vi a la orquesta Anacaona en vivo fue una presentación que hicieron en el teatro América. El espectáculo se efectuaba con motivo del Día Internacional de la Mujer. Mi hermana y yo éramos solo unas niñas, y quedamos tan impresionadas con su sonoridad que enseguida comenzamos a soñar con ser, algún día, integrantes de aquella agrupación ovacionada largamente por el público que se había dado cita en esa instalación. Mi madre apoyaba esa idea, que por el momento era solo eso: un sueño.
Giorgia y yo ya estudiábamos en el Conservatorio Amadeo Roldán. Antes habíamos recibido clases con María Álvarez Ríos como integrantes del grupo infantil Meñique. Esta excepcional maestra nos adentró en el fascinante mundo de los escenarios.
Al parecer nuestros deseos eran fuertes, o tal vez los astros se alinearon a nuestro favor, pero lo cierto es que poco tiempo después, en 1982, cuando todavía era estudiante del Conservatorio, me convertí en una Anacaona.
Un día uno de mis profesores me dijo que la orquesta buscaba una saxofonista que trabajara como suplente. Al principio pensé que se trataba de una burla. Comprobé que era muy cierto cuando, mediante una llamada telefónica, la directora me pidió que me presentara para hacerme algunas pruebas. Por suerte, todo lo hice a la perfección y, felizmente, me dijeron que había sido aprobada.
Ya como una de sus integrantes, mi primera presentación fue en un concierto celebrado en un asilo de ancianos. Nunca olvidaré que al finalizar la presentación ellas me entregaron cuarenta pesos. Quedé fascinada, había ganado mi primer salario como músico. Para completar mi alegría, me propusieron que si, una vez graduada, me interesaba ocupar la plaza. Por supuesto, ni siquiera lo pensé y dije que sí, porque donde trabajar mejor que con una agrupación que ya tenía andado un exitoso camino en Cuba y en el extranjero. De manera oficial comencé el 1 de septiembre de 1983.
A mi hermana Giorgia, al principio, las cosas no le salieron tan bien. Al graduarse en el Conservatorio la ubicaron en una escuela nocturna de adultos. Estaba muy disgustada en aquel centro donde, en realidad, no tendría ningún futuro como músico. Pensando en su porvenir, hablé con la directora de Anacaona para que ella también formara parte de la orquesta.
Aunque Giorgia es graduada de contrabajo, comenzó como pianista, que era la única plaza vacante en aquel momento. Coincidimos con la agrupación inicial durante unos cinco años. Tiempo suficiente para aprender de aquellas músicas estelares caracterizadas por su gran talento, respeto y disciplina.
Durante los ensayos, que se realizaban en la casa de ellas, siempre contábamos con la presencia de conocidos músicos como Frank Emilio, Lázaro Herrera del Septeto Nacional, el gran maestro Ñico Rojas y Omara Portuondo, quien posteriormente integrara la orquesta. De ellos igualmente aprendimos mucho y nos dieron la posibilidad de abrirnos nuevos horizontes en el camino de la música.
Con esas valiosas enseñanzas, mi hermana y yo comenzamos a apasionarnos con la orquesta. Sentíamos la necesidad de hacerla perdurable porque, además de su profesionalidad, la agrupación se había distinguido por eliminar todas las barreras que había encontrado en su paso por el camino del éxito y su permanencia en el tiempo.
Por aquellos años, el entonces viceministro de Cultura, Rubén del Valle, conversó con nosotros para proponernos la dirección de la orquesta, cuando ya las Hermanas Castro, para esa fecha con una edad muy avanzada, no estuvieran al frente de ella. Un sí dicho a dúo fue la respuesta inmediata.
Seguidamente nos dimos a la tarea de convocar a excompañeros del Conservatorio, amistades, en fin, a todos aquellos que estuvieran dispuestos a brindarnos su ayuda para darle continuidad a Anacaona, que era ciertamente un proyecto muy hermoso cargado de historia.
Y aunque muy pronto nos dimos cuenta del compromiso tremendo que habíamos contraído, no perdimos en ningún momento el optimismo ni el deseo de seguir adelante, de mantener en ascenso aquella orquesta fundada más de medio siglo atrás.
Desde el principio nos propusimos ser iguales o mejores que aquellas valerosas mujeres que, en franco desafío a los prejuicios de la sociedad en que vivieron, se impusieron a ella. Se granjearon un espacio por su reputación, disciplina, creatividad y entrega total a la música.
¿Cuánto ha cambiado el formato y el repertorio de la agrupación actual con respecto a la inicial?
Comenzamos con nueve muchachas, hoy somos trece, dirigidas antes y después por Giorgia Aguirre. Con relación al formato, el actual se parece un poco al de la orquesta antigua. Pero, al mismo tiempo, es diferente. En el actual tenemos dos trombones, dos trompetas, que recuerdan un poco la otrora orquesta tipo jazz band. Sin embargo, ya nuestra orquesta no es jazz band y por ello incorporamos el tres, que indiscutiblemente es un instrumento muy muy cubano, que le da un color y sonoridad realmente peculiar a nuestra música.
En sentido general el formato ha cambiado y se ha hecho mucho más acorde a la corriente actual que siguen las orquestas de música popular bailable. Considero que estos cambios han sido para bien, porque nos permiten estar más a tono con la sonoridad tímbrica que la juventud de estos tiempos quiere escuchar.
El repertorio se ha ampliado y mucho. Teníamos que seguir tocando la música tradicional. No obstante, se imponía hacer nuevos arreglos en aras de corresponder a la sonoridad del momento. Los arreglos generalmente los hemos asumido nosotras mismas, especialmente Giorgia y su esposo. De la misma manera hemos contado con la ayuda de músicos excelentes como Rafelito Lay, Eduardo Céspedes, Giraldo Piloto, a los que, junto a otros muchos, agradeceremos siempre su ayuda oportuna.
Todo ello nos ha permitido consolidar un amplio repertorio, del que siempre hemos cuidado las letras, los textos, lo cual nos exime de la vulgaridad, la chabacanería y sí, por el contrario, ser consecuentes con nuestra sociedad y el momento histórico que vivimos. No por estar a tono con los tiempos actuales hemos abandonado la música tradicional. En nuestro repertorio continuará la música popular bailable, el son, la guaracha, el mambo, el son montuno. Son géneros que forman parte de nuestras raíces musicales y de las cuales no podemos desprendernos nunca. Y que, por otro lado, en esta nueva etapa, nos han ayudado a cosechar muchos y grandes éxitos.
“Nos propusimos ser iguales o mejores que aquellas valerosas mujeres que, en franco desafío a los prejuicios de la sociedad en que vivieron, se impusieron a ella. Se granjearon un espacio por su reputación, disciplina, creatividad y entrega total a la música”.
Piezas antológicas del pentagrama musical cubano están incluidas en el repertorio de la agrupación. ¿Cómo ha sido la acogida del público ante estas melodías interpretadas por Anacaona en escenarios internacionales?
Verdaderamente fabulosa, extraordinaria. A lo largo de estos años hemos correspondido a un sinnúmero de compromisos, y por extensos períodos. Durante esas giras nos hemos presentado tanto ante un público de élite, como ante personas humildes, de pueblo. Y siempre la aceptación ha sido espectacular, a pesar de ser públicos muy diversos, heterogéneos.
Nos conocen en Bélgica, Holanda, Finlandia, Italia, por solo citar algunas naciones europeas. En China, por ejemplo, visitamos 54 ciudades. Fue una larga gira que duró unos seis meses. Allí, al igual que en Europa, grande es el prestigio de la música cubana y cuanto se conoce, a pesar de ser países distintos geográficamente, y diferentes también en nuestras costumbres, ideología y cultura. Recibimientos espectaculares han tenido melodías como Siboney, Bésame mucho…
Con relación a nuestra región, gratamente recordamos espectáculos realizados en casi todos los países, y la participación en múltiples festivales de jazz, salsa y en otros eventos dedicados a la música y la cultura en general.
¿Tiene Anacaona garantizada su continuidad?
Por supuesto que sí. El relevo de Anacaona está garantizado. Ahora mismo hay en la orquesta muchas músicas jóvenes. Es importante destacar que, en la continuidad de nuestro proyecto cultural, ha sido determinante la labor del sistema de enseñanza artística cubano. Gran cantidad de muchachas son graduadas de los conservatorios en los diferentes niveles, desde la enseñanza media hasta el Instituto Superior de Arte (Universidad de las Artes), incluso de diferentes provincias. Todas portadoras de un gran talento y condiciones magníficas, demostrativas de que, en efecto, tenemos continuidad.
¿Cómo han logrado mantener ese equilibrio, sin perder su esencia, en una orquesta por donde han transitado varias generaciones de mujeres músicas?
Esencialmente por el respeto que ha mediado entre sus integrantes. Hay personas que aseguran que es difícil trabajar entre mujeres. Hemos demostrado que con mujeres sí puede trabajarse siempre que exista, reitero, respeto, disciplina y mucho amor por lo que se hace, en el caso nuestro a la música. Tiene que existir, además, transparencia en cada acción que se emprenda. Y algo que no puede faltar: el interés manifiesto de complacer al público, de corresponder a sus expectativas.
Giorgia, nuestra directora, es una mujer con mucho temple y carisma. Tiene un don especial para dirigir, sabe exactamente lo que quiere y es muy exigente, aunque no por ello menos amiga o comprensiva. En la orquesta no se toma una decisión si antes no ha sido analizada, valorada y aprobada por todas sus integrantes.
Y a propósito de féminas, usted que ha trabajado junto a ellas por más de treinta años, ¿qué opinión le merece la mujer cubana?
En mi opinión la mujer cubana es, si no la más, una de las más extraordinarias del mundo. Tiene una rebeldía natural, innata. Es dueña de una autodeterminación incomparable, lo que le ha permitido enfrentar las situaciones más adversas. En estos tiempos la Revolución cubana ha tenido que transitar por caminos tremendamente duros, sometida a un férreo bloqueo. Y en todos estuvo y está la mujer.
Es asombroso y admirable la cantidad de mujeres científicas con que contamos hoy. Su participación decisiva en la elaboración de vacunas y otros medicamentos que han salvado al país. De cualquier manera, la mujer está en todas partes, en todos los frentes. Es protagonista en la protección a la familia, como cuidadora por excelencia. Pero igual en la defensa, el arte. En cualquier tarea que desempeñe se hace sentir por su sensibilidad, inteligencia, sabiduría y, particularmente, por la pasión y amor que imprime a todo lo que hace.
Anacaona es una orquesta multipremiada y goza de un prestigio nacional y mundial digno de admiración. ¿Qué representa esta agrupación en la vida de Dora Aguirre?
Anacaona ha sido y es una parte muy importante de mi vida. Y no digo toda mi vida porque también he dedicado parte de ella a mi familia. Pero Anacaona es algo especial. Fue mi primer trabajo y el único como profesional de la música. A esta agrupación dediqué toda mi juventud, hoy le entrego toda mi experiencia y energía creativa, todo cuanto he aprendido de la música.
Ahora estamos inmersos en la celebración del 90 aniversario. Jornada que se extenderá hasta el 19 de febrero de 2023 y que incluye la grabación de un nuevo disco que aglutina un poco la música tradicional que hacíamos antes. Nuestro propósito es que esos acordes lleguen hasta nuestros días con la frescura, la modernidad de los temas nuevos. Será un álbum de música popular cubana, específicamente del son, un arma indispensable para defender nuestra identidad. En él aparecerá la orquesta en su actual formato y en formato de septeto.
Asimismo, se cancelará un sello postal y realizaremos una gira por varios centros culturales de ARTEX. También hemos previsto la celebración de varios conciertos, entre los que no podía faltar el que está programado para el emblemático teatro América. Mantendremos de igual manera un grupo de actividades destacadas por su altruismo. En ellas, como ya es habitual, la orquesta se divide en dúos, tríos y hasta septetos, y así convertida en estos formatos nos presentamos en hospitales infantiles de oncología, hogares de ancianos, prisiones y escuelas con características especiales.
Este conjunto de actividades redundará en un mayor arraigo profesional de la orquesta y, a su vez, la consolida como la gran familia que siempre hemos sido. Una gran familia dispuesta a festejar por todo lo alto, dentro de diez años, su centenario. Es esa la única deuda de la agrupación con sus fundadoras las Hermanas Castro, con el pueblo de Cuba y, sobre todo, con sus integrantes de todos los tiempos, que no han cejado nunca en su empeño de ser autenticas Anacaonas
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