jueves, enero 23, 2025

David Linch:El artista del inconsciente

Con una filmografía eterna y marcada por el extrañamiento frente al mundo, David Lynch fue un adalid de la libertad. Sus trabajos siempre provocaron a la inteligencia del espectador, a su propia capacidad de juego, de inventiva. En las antípodas del cine más "convencional", el cine de Lynch es un arma peligrosa y divertida a la vez, que desconcierta pero que también da pistas. Así lo homenajea Fito Páez.


La filmografía de David Lynch ha estado marcada por el extrañamiento frente al mundo. Contrariamente a otro tipo de artistas, a Lynch no lo enojaba el mundo. Parecía interesarse más por el absurdo y lo siniestro, como si fueran elementos que fabulan por naturaleza en contra del sentido común, que por intentar transformar lo intransformable. Vieja rencilla estética. Un desafinado humor y los enigmáticos misterios que rodean a sus criaturas aparecen en escena y deslumbran por el marcado erotismo que los envuelve. Borgeano, laberíntico, en su obra nada termina siendo como debería o podría ser. Pero esto no es un recurso posmoderno. Las cosas en Lynch cierran, pero no en un sentido clásico, hitchcockiano. Cierran sensorialmente, para cada espectador como desee. Su cine siempre fue una provocación a la inteligencia del espectador, a su propia capacidad de juego, de inventiva. Sin llegar a ser un juego interactivo, su cine se transforma, casi en las antípodas del cine entendido como convencional, en un arma peligrosa y divertida a la vez, que desconcierta pero que también da pistas. 





El cine de Lynch es un cine de la sensualidad. Su violencia artística consiste en intentar forzar al espectador a la misma experiencia. Esto no lo transforma sólamente en un freak de la industria, sino también en un artista de gran precisión cuando tuvo que abordar historias menos entreveradas como Una historia sencilla  o El hombre elefante, filmes de narrativas cinematográficas más lineales. En su arte siempre hay una placidez que precisa ser vejada: esta es la materia lyncheana. Pero a la vez surge el humor como un tercer espacio, muchas veces velado, que alumbra otra nueva superficie sensorial. Y surge el desconcierto, casi como una flor, de a poco.
Así la oreja que despierta la investigación Blue velvet es la piedra fundacional donde descansará la historia. O la supuesta vida sosegada en Twin Peaks no es más que el paño donde se revelarán todos los horrores de la vida pueblerina. El accidente de Mulholland Drive nos conduce casi a ciegas en un film sobre la esquizofrenia y la locura. Así como la época victoriana en Londres es la tela de fondo para revelar la miseria humana en El hombre elefante.



David Lynch encarnó al artista romántico en su máxima expresión. El hombre que se transformó en pájaro partió de este mundo. Fue un adalid de la libertad. Murió un artista con una obra eterna. Su legado está en manos de quienes continuaremos su labor. El día de su muerte hubo un hermoso cielo azul. Eso trató de transmitirnos. Y así lo despediremos quienes lo amamos porque nos ayudó a ser más libres.

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