sábado, mayo 06, 2023

...y habrá quienes sigan prefiriéndolas rubias

 cubaperiodistas

Gran parte de la preparación que le ha fortalecido su talento la debe Ana de Armas a la enseñanza artística cubana, y hasta ahora —por lo que sabe quien escribe las presentes líneas— no lo ha negado. Que a veces nosotros mismos no lo hayamos hecho notar lo bastante, no es un déficit que deba ir a su cuenta. Y no solamente no ha sumado su voz en otros lares a las de quienes calumnian a su patria. Ha vuelto a ella y tampoco aquí ha dado pábulo a tal vocerío.


Para reconocer sus méritos, y alegrarse con sus triunfos —en los cuales, aunque ella no lo quisiera, y no parece ser el caso, está presente Cuba—, no es necesario sucumbir a la colonización cultural, que no tiene su única plaza en Hollywood. Potencialmente o de hecho permea al mundo y a la sociedad en su conjunto, no solo a un país y alguno de sus gremios en particular: va desde la vida cotidiana, el entretenimiento y las artes, pasando por las comidas y el deporte, hasta los más complejos dominios de la política, la tecnología y las ciencias. Aunque haya quienes no puedan o no quieran verlo, se aprecia en la avasalladora expansión del inglés.

La actriz no optó por permanecer en su país natal, o la alejaron de esa opción las circunstancias, y no hay por qué descontar sus preferencias. Pero de su decisión cabría decir que con ella está lejos de hacerle a la patria el daño que le causan —quizás incluso contra su voluntad— algunas personas que continúan en su territorio. Sobre todo si no con conscientes de lo que significa estar —y ser— aquí.

En cuanto a la jerarquía de Ana de Armas en las artes escénicas cubanas, para no hablar de otras, vale esperar que las elucidaciones correspondientes vengan de la sabiduría y la subjetividad de especialistas, que también pueden equivocarse, pero deben tener preparación y responsabilidad para el acierto. Quien esto escribe no se encuentra, ¡ni se le ocurriría creérselo!, entre los sabios renacentistas que todavía parece que da el mundo, ya sea un acto de realidad o expresión de soberbia, diletantismo desenfrenado y locura. (Y de ignorancia.)

Con respecto a colonización cultural y a discriminaciones, habrá quienes se pierdan las insustituibles sabrosuras del abarcamiento más ecuménico y sigan prefiriéndolas rubias. Pero tampoco eso es responsabilidad de la actriz.


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