sábado, abril 19, 2025

Carta de Haydee Santamaría a Mario Vargas Llosa

 Karlitos Marx-Publicaciones

Una noticia recorre los pasillos en redes sociales: fallece Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura. 


Si premiada fue su labor como narrador, por otra parte también fueron notables las recompensas de una élite mundial por sus “contribuciones” al “éxito” político del neoliberalismo, en detrimento de Nuestra América, la América de Bolivar, Martí, Mariategui, Chávez y Fidel. 


En este contexto quisimos compartir una carta de nuestra heroína Haydée Santamaría, a propósito de la renuncia del traidor a Casa de las Américas. 


Al final de la digna respuesta, podrán leer el documento escrito por Mario a Haydee Santamaria


Textos:


La Habana, 14 de mayo de 1971


Señor Vargas Llosa:


Usted sabe que el comité de la revista Casa de las Américas al cual supuestamente renuncia, de hecho no existe ya, pues, a sugerencia de este organismo, se acordó en enero de este año, en declaración que usted mismo suscribió, ampliarlo en lo que significaba sustituirlo por una amplia lista de colaboradores de la revista y de la institución. Y esta medida obedeció al hecho evidente de que hacía mucho tiempo que era inaceptable la divergencia de criterios en el seno de dicho comité: criterios que iban desde los realmente revolucionarios, y que eran los de la mayoría, hasta otros cada vez más alejados de posiciones revolucionarias, como habían venido siendo los de usted. Por una cuestión de delicadeza humana de que usted sabe que le hemos dado pruebas reiteradas, pensamos que esta medida era preferible a dejar sencillamente fuera del comité a gentes como usted, con quien durante años hemos discutido por su creciente proclividad a posiciones de compromiso con el imperialismo. 

Creíamos que, a pesar de esas lamentables posiciones todavía era posible que un hombre joven como usted, que un escritor que había escrito obras valiosas, rectificara sus errores y pusiera su talento al servicio de los pueblos latinoameri-canos. Su carta nos demuestra qué equivocados estuvimos al ilusionarnos de esa manera. Usted no ha tenido la menor vacilación en sumar su voz —una voz que nosotros contribuimos a que fuera escuchada al coro de los más feroces enemigos de la Revolución cubana, una Revolución que tiene lugar, como hace poco recordó Fidel, en una plaza sitiada, en condiciones durísimas, a noventa millas del imperio que ahora mismo agrede salvajemente a los pueblos indochinos. Con tales enemigos al alcance de la vista y nos pocos enemigos internos, esta, como toda Revolución, debe defenderse tenazmente o resignarse a morir, a dejar morir la esperanza que encendimos en el Moncada y en la Sierra y en Girón y en la Crisis de Octubre; a dejar morir de veras a Abel, a Camilo, al Che. Y nosotros no dejaremos nunca que esto ocurra y tomaremos las medidas que sean necesarias para que esto no ocurra. 


Por esto fue detenido un escritor, no por ser escritor, desde luego, sino por actividades contrarias a la Revolución que él mismo ha dicho haber cometido; y usted que acababa de visitar nuestro país, sin esperar a más, sin conceder el menor crédito a las que pudieran ser razones de la Revolución para proceder así, se apresuró a sumar su nombre a los de quienes aprovecharon esta coyuntura para difamar a nuestra Revolución, a Fidel, a todos nosotros. Este escritor ha reconocido sus actividades contrarrevolucionarias, a pesar de lo cual se halla libre, integrado normalmente a su trabajo. Otros escritores también han reconocido sus errores, lo que no les impide estar igualmente libres y trabajando. Pero usted no ve en todo esto sino "un lastimoso espectáculo" que no ha sido espontáneo sino prefabricado, producto de supuestas torturas y presiones.


Se ve que usted nunca se ha enfrentado al terror. Se ve que nunca ha tenido la dicha de ver a hermanos que por lo único que se conocía que eran ellos era por la voz y esa voz era para decirles a quienes les arrancaban la vida en pedazos su fe en la lucha, en la victoria final, su fe en la Revolución, en esta Revolución a cuyos peores calumniadores usted se ha sumado. Después de lo cual se sienta usted a esperar las invectivas que teme o desea. Sin embargo, Vargas Llosa, pocos como usted conocen que no ha sido nunca costumbre nuestra proferir invectivas contra gentes como usted.


Cuando en abril de 1967 usted quiso saber la opinión que tendríamos sobre la aceptación por usted del premio venezolano Rómulo Gallegos, otorgado por el gobierno de. Leoni, que significaba asesinatos, represión, traición a nuestros pueblos, nosotros le propusimos "un acto audaz, difícil y sin precedentes en la historia cultural de nuestra América: le propusimos que aceptara ese premio y entregara su importe al Che Guevara, a la lucha de los pueblos. Usted no aceptó esa sugerencia: usted se guardó ese dinero para sí, usted rechazó el extraordinario honor de haber contribuido, aunque fuera simbólicamente, a ayudar al Che Guevara. Lo menos que podemos pedirle hoy los verdaderos compañeros del Che es que no escriba ni pronuncie más ese nombre que pertenece a todos los revolucionarios del mundo, no a hombres como usted, a quien le fue mis importante comprar una casa que solidarizarse en un momento decisivo con la hazaña del Che. ¡Qué deuda impagable tiene usted contraída con los escritores latinoamericanos, a quienes no supo representar frente al Che a pesar de la oportunidad única que se le dio! Sin embargo, nosotros en aquel momento no le dedicamos invectivas por esa decisión.


Supimos, sí, a partir de entonces, que no era usted el compañero que creíamos, pero aún pensábamos que era posible una rectificación de su conducta y preferimos felicitarlo por algunas palabras dichas en la recepción del premio, considerando que tendríamos otras ocasiones de volver sobre el asunto. Tampoco recibió usted invectivas cuando, en septiembre de 1968, en la revista Caretas, y a raíz de los sucesos de Checoslovaquia, emitió usted opiniones ridículas sobre el discurso de Fidel. Ni cuando a raíz de las críticas al libro de Padilla Fuera del juego, nos enviara, en unión de otros escritores residentes en Europa, un cable en que expresaban estar "consternados por acusaciones calumniosas contra poeta Heberto Padilla" y grotescameste reafirmaban "solidaridad apoyo toda acción emprenda Casa de las Américas defensa libertad intelectual". Lo que sí hice entonces fue enviar un cable en que decía a uno de ustedes: "Inexplicable desde tan lejos puedan saber si es calumniosa o no una acusación contra Padilla. La línea cultural de la Casa de las Américas es la línea de nuestra Revolución, la Revolución cubana, y la directora de la Casa de las Américas estará siempre como me quiso el Che: con los fusibles disparados y tirando cañonazos a la redonda". Ni recibió usted invectivas cuando después de haber aceptado integrar el jurado del Premio Casa 1969, dejó de venir, sin darnos explicación alguna, porque se encontraba en una universidad norteamericana. (Por hechos como este, dicho sea entre paréntesis, nunca creímos que vendria a dictar el curso de que se habló informalmente. La pública renuncia que hace de este curso no es más que otra argucia suya. Si vino en enero de 1971, fue sobre todo para buscar el aval de la Casa de las Américas, que por supuesto no obtuvo, para la desprestigiada revista Libre que planean editar con el dinero de Patiño.) Y si, a raíz de estos y otros hechos, algunos escritores vinculados a esta Casa de las Américas discutieron privada y públicamente con usted, no se trató nunca de invectivas. La invectiva contra usted, Vargas Llosa, es su propia carta vengonzosa: ella lo presenta de cuerpo entero como lo que nos resistimos a aceptar que usted fuera: la viva imagen del escritor colonizado, despreciador de nuestros pueblos, vanidoso, confiado en que escribir bien no sólo hace perdonar actuar mal, sino permite enjuiciar a todo un proceso grandioso como la Revolución cubana, que, a pesar de errores humanos, es el más gigantesco esfuerzo hecho hasta el presente por instaurar en nuestras tierras un régimen de justicia. Hombres como usted, que anteponen sus mezquinos intereses personales a los intereses dramáticos de lo que Martí llamó "nuestras dolorosas Repúblicas", están de más en este proceso.

Confiamos, seguiremos confiando toda la vida, en los escritores que en nuestro continente ponen los intereses de sus pueblos, de nuestros pueblos, por encima de todo; en lo que pueden invocar los nombres de Bolívar, Marti, Mariátegui y Che.

Son ellos los que darán, los que le están dando ya, como en su propia tierra acaban de hacer los mejores escritores peruanos, la respuesta que usted merece. Sólo le deseo, por su bien, que algún día llegue usted a arrepentirse de haber escrito esa carta pública que constituirá para siempre su baldón; de haberse sumado a los enemigos de quienes en esta Isla hemos estado y estaremos dispuestos a inmolarnos, como nuestros compañeros vietnamitas, como nuestro hermano Che, por defender "la dignidad plena del hombre".

HAYDÉE SANTAMARÍA

Es respuesta a la carta siguiente:


Barcelona, 5 de mayo de 1971.

Cra. Haydée Santamaría,

Directora de la Casa de las Américas.

La Habana, Cuba.

Estimada compañera:

Le presento mi renuncia al comité de la revista Casa de las Américas, al que pertenezco desde 1965, y le comunico mi decisión de no ir a Cuba a dictar un curso, en enero, como le prometi durante mi último viaje a La Habana.

Comprenderá que es lo único que puedo hacer luego del discurso de Fidel fustigando a los escritores latinoamericanos que viven en Europa, a quienes nos ha prohibido la entrada en Caba por situación de Heberto Padilla? que pasamos con él, hace cuatro años, y en la que admitió de buena gana las observaciones y las críticas que le hicimos un grupo de esos intelectuales extranjeros a los que ahora llama canallas.

De todos modos, había decidido renunciar al comité y a dictar ese curso, desde que lei la confesión de Heberto Padilla y los despachos de Prensa Latina sobre el acto de la UNEAC en el CLopen haceror ReCita Malé, Pablo Armando Femández, Manuel Díaz Martfnez y conozco a todos ellos lo suficiente como para saber que ese lastimoso espectáculo no ha sido espontáneo, sino prefabricado como los juicios estalinistas de los años treinta. 

Obligar a unos compañeros, con métodos que repugnan a la dignidad humana, a acusarse de traiciones imaginarias y a firmar cartas donde hasta la sintaxis parece policial, es la negación de lo que me hizo abrazar desde el primer día la causa de la Revolución Cubana: su decisión de luchar por la justicia sin perder el respeto a los individuos. No es éste el ejemplo del socialismo que quiero para mi país. Sé que esta carta me puede acarrear invectivas: no serán peores que las que he merecido de la reacción por defender a Cuba.

Atentamente,

Mario Vargas Llosa.

No hay comentarios:

Concierto de homenaje a Javier Krahe en Galicia.

Venta de Entradas