sábado, diciembre 20, 2025

Hay muertes que abren un hueco que no se puede cerrar.


Ese hueco lo dejó Jorge Martínez, el "ilegal", la voz que convirtió el ruido en refugio, el antifascismo en norma y la violencia del país en verdad sin maquillaje.

Para quienes crecieron con Ilegales, Jorge no era solo un músico.

Era el permiso para ser incómodas e incómodos.

Para no tragar con el fascismo cotidiano, para no aceptar la obediencia que este país intenta imponer a quienes vienen de abajo.

Jorge fue la banda sonora de la reconversión, de las noches sin futuro, de los cuerpos marcados por la precariedad, de la rabia de barrios que nunca salieron en la postal oficial de la Transición.

Su guitarra decía lo que tantas veces no pudimos decir: que la dignidad también hace ruido.

Y que callarse es otra forma de morir.

Cuando España intentó convertirlo en personaje televisivo, él devolvió puñales de honestidad.

Cuando quisieron domesticarlo,

él eligió seguir siendo “joven y arrogante” a los 70 años.

Porque su arrogancia era la de quienes saben que el fascismo se combate con presencia, con arte que incomoda, con vidas que no piden perdón.

Se va un artista contracultural.

Se va una forma de estar en el mundo.

Una que nos recordó que la música es también trinchera, que la memoria es un arma y que no hay libertad sin conflicto.

Gracias, Jorge.

Por la herida, por la verdad, por enseñarnos que el punk-rock también salva.

Y por demostrarnos que la lucha no muere si alguien la sigue tocando.



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