miércoles, noviembre 01, 2006

Sobre Carlos Cano se dijo...

Por lo general, en música, cultivo la nostalgia y la fidelidad. No busco tanto el descubrir como el rememorar. Escucho desde que era niño el mismo concierto de Grieg, compuesto, según me han dicho, con motivo de sus esponsales y que mis padres gustaban de oír, sin duda en recuerdo de su propia boda. Todavía escucho con emoción “Mack the knife” de Ella Fitzgerald, soñando en esta habitación, en el pueblo, donde mis primos mayores me iniciaban en el juego del ajedrez maldiciendo la inconstancia de las muchachas. La voz de Fayrouz me transporta al Líbano más realmente que un viaje de tres mil kilómetros. Oum Koulthoum me hace comulgar con el Oriente árabe de mi infancia, la olvidada Ti Corn me sume de nuevo en la miseria jovial de “Haití chérie”... Esta lista no es exhaustiva, desde luego. Las voces y las músicas que acompañan mis sueños son numerosas, pero no innumerables. Y resulta raro que compañeros nuevos se unan a este íntimo cortejo. Sin embargo, no hace mucho, conocí a través de unos amigos la música de Carlos Cano. Bastaron unos días para que su voz se me hiciera familiar. Con ese idioma pleno, ese maravilloso idioma español que tanto me hubiera gustado poseer y que únicamente puedo resignarme a contemplar como a una hermosa mujer. Con esa voz que no oculta a la música, con esa música que no ahoga las palabras, una armonía sutil y potente, tan contemporánea y sin embargo intemporal. Música de reencuentro como España es tierra de reencuentro, reencuentro de siglos, de culturas, reencuentro de colores, de mares palpitantes y de corazones.

AMIN MAALOUF

Así veo yo a Carlos Cano, en un lugar donde dos caminos, cruzándose, forman cuatro brazos, orientados a los cuatro puntos cardinales. Así colocado en medio del mundo, centro que el mundo oprime y hacia el mundo se abre, el cantor oye las voces que vienen por los caminos, las escucha con apasionada ansiedad porque con ellas es con lo que hará su propio canto. Pregonero de una alcaldía que es la suya, pero también juglar sin amo, compilador de todas las historias humanas conocidas y por conocer (lo ignorado deja de serlo cuando comprendemos que está formado por conjunciones nuevas de lo ya sabido), Carlos Cano tiene, no obstante, el corazón abierto hacia el sur. Hacia el sur trágico y sufridor, hacia el sur irónico que ríe de su propia resignación, hacia el sur amasado de imaginación y sensualidad, hacia el sur que para no perder el alma rehúsa a ser otra cosa que sur.
Entre los cantores para quienes la canción es compañía del hombre, Carlos Cano es aquel que canta las historias que los propios hombres son. Por eso sus poemas están cargados de gente, por eso su música es de las voces de los cuatro caminos. La voz de la guajira, de la mujer general, de Lucrecia, de la reina del blues, la voz de Jaume Sisa, de Rigoberta Menchú, igual que las voces de los que no tienen nombre ni atributo, reunidas en el drama cósmico que es la humanidad.
Cantor de la compasión y del sarcasmo, Carlos Cano tiene hoy, delante de sí, un mundo que, mereciendo el sarcasmo, necesita la compasión. Con el corazón vuelto hacia el sur, donde los dolores son mayores y las esperanzas inmortales. Forma de ser. De Carlos Cano y de quien le admira.

JOSE SARAMAGO

Yo te lo he dicho de viva voz, pero permíteme decírtelo de nuevo y en público, lo mucho que ha enriquecido tu música, y las bellas historias que escribes para acompañarla, a la música contemporánea. La delicadeza de la inspiración se alimenta en ella de una rica fantasía, y siendo moderna y novedosa, tu música parece sin embargo hundir sus raíces en una viejísima historia, conectar con una tradición de arte y cultura que es actual y eterna, como Granada, esa tierra que llevas en la sangre y en la voz.

Gracias también, querido Carlos, por haber sabido ser popular sin ser superficial ni vulgar, por haber sido un bardo ético y civil rehuyendo la demagogia y los estereotipos y por haber llegado al corazón de los jóvenes sin la menor concesión a las modas y asumiendo el riesgo y la dificultad.

MARIO VARGAS LLOSA
Cuando mi amigo Carlos Cano me pidió unas palabras para su música y poesía para su disco El Color de la Vida, pensé: ¿Cómo es el color de la vida? ¿Cómo huipiles multicolores que tejemos las mujeres del Pueblo Maya?.

¿Acaso no es arte tejer la vida como mosaico multicolor?
Con el color del agua, color de vida y pureza.
Color de tierra, color de milpa y alimento.
Color de copal, de incienso y ceremonia.
Color de sol. Corazón del cielo.
Color de hijos que sean luz que alumbra, luz que da calor y generosidad,
Luz de corazón amplio para amar y cuidar a esta tierra.
RIGOBERTA MENCHÚ TUM
Premio Nobel de la Paz
Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO

Carlos Cano es música y poesía, voz animada por la amistad y el colorido de lo cotidiano, canto de libertad y dignidad.

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